Todas aquellas emociones
la estaban ahogando. Construyó un cuaderno y escribió en él todas aquellas
sensaciones, día tras día, incansablemente, y estas fluían a través de su pluma
hasta quedar encarceladas en el papel. Cada vez que se sentía insuficiente,
cada vez que creía notar cómo una mano invisible le oprimía el corazón. Cada
duda, cada miedo. Lo dejaba salir todo, completamente desnuda ante la hoja en
blanco. Conforme escribía, sentía que se liberaba, que el peso del mundo
liberaba sus hombros, sus pulmones se henchían y que,e n algún lejano, una
estrella volvía a sonreírle.
Irene, 2018.
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