Los
buenos libros deben tener una gran frase inicial, que encandile, enganche y
haga que el lector desee llegar a las siguientes páginas, por eso me gusta
pensar que un libro es como la vida misma. Cada momento importante debe tener
un gran comienzo, que nos haga ansiar conocer qué nos deparará el futuro.
Nunca me
había parado a pensar en ello, pero se puede decir sin exagerar que antes de
aprender a escribir, ya creaba historias.
Me
encantaba inventarme mundos que solo yo conocía, personajes que vivían toda
clase de aventuras… Gracias a esas historias, en mi infancia viví muchas vidas
diferentes, visité lugares en los que nadie había estado y conocí tantas
personas que ya no recuerdo sus nombres.
Son muy
pocos los que entienden el sentimiento que te embarga cuando juntas una hoja en
blanco y una tormenta de imaginación. Unas lo consideran aburrido, otras,
hermoso y a algunas les parece curioso, pero realmente es difícil explicárselo alguien
que no lo ha sentido.
Un libro
nunca debe juzgarse por su portada, pues no siempre es fiel al contenido. El
título es el que menos veces suele equivocarse, por ello, todo lo que necesita
un joven escritor para empezar es un cuaderno en blanco y un título respetable.
Para mí,
siempre ha sido algo natural. Debo de decir que hay lugares que se quedan algo
especial de todos nosotros y que es en esos lugares en los que tu inspiración
despierta ante el torrente de sensaciones que te embargan al recordar todo lo
sucedido allí.
Para mí ese
lugar era la casita de campo que mis abuelos tenían en Toro. Naturalmente, hay
muchos otros lugares. El lago de Sanabria, la playa del pinar, Llano de Olmedo…
Todas las historias de las personas que pasaron por esos lugares y las cosas
que les sucedieron hace que tengan alma y así, estén llenos. Pues bien, con los
libros sucede lo mismo. Puedes coger un lápiz y escribir la historia de una
niña que perseguía un conejo blanco y cayó por su madriguera, o la tragedia de
dos amantes de familias enfrentadas… Pero si no pones un trocito de ti mismo,
ese sentimiento inexplicable, la historia estará vacía y, al leerlo, el lector
se quedará vacío.
Para mí,
ha sido, es y será la mejor sensación del mundo, sentarme frente a mi ordenador
y teclear las palabras que emanan de mis dedos, transformando la secuencia de
imágenes de mi mente en descripciones y diálogos.
Los
pequeños detalles son importantes, pues tal vez sean esos los que al final del
libro consigan que te sorprendas, o que entiendas a los personajes… ¡Oh, sí!
Los personajes, ¿cómo olvidarlos? Son unos amigos fieles, a los que tú has dado
la vida, les has visto nacer, crecer y vivir locas aventuras y, en algunos
casos, les ves morir. Te emocionas con ellos, sientes su pena, su miedo… Cada
efímero instante de sus vidas, pues tú les has creado. Puedes idear tu propio
mundo, o escribir tu manera de ver aquel en el que vives, puedes inventarte un
monstruo, o describir una flor con tanta exactitud que el lector puede verla
frente a sus ojos. No hay límites.
Incluso
puedes escribir páginas y páginas sin haber dicho en realidad nada, pero si las
has escrito con ese sentimiento, poniendo un pedacito de tu propio corazón,
será una historia llena.
Una
buena historia en mis oídos suena como una música suave, dulcemente
interpretada, pero una historia vacía, suena como un sinfín de notas
descompasadas.
Para mí
escribir ha sido, es y será un sentimiento equiparable a la libertad, al amor,
a la felicidad y a la inocencia de un niño que juega, pues ¿qué es el
sentimiento del escritor, sino una mezcla de los anteriores?
Madurar
es bueno, pero para ello no se debe perder el espíritu del niño que se lleva
dentro, porque es él quien nos guiará cuando todo lo demás parezca perdido.
Irene, 2011.
Irene!! Me encanta, en serio!! Vas a ser una gran periodista :)
ResponderEliminar(soy Carlos xD)
jajaja gracias Carlos!!!
ResponderEliminarP.D: follow me please! ;)
mu bonito
ResponderEliminarmen encanta
eres weniiisima
sigue asin
XD
Gracias sebastianita!!! =)
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