Para algunos, solo es eso, una hoja de papel. Pero
para mí, es un refugio, un lugar en el que perderme cuando acaba el día, en el
que descargar el peso de mis hombros.
Una hoja de papel en ocasiones ha sido la única
compañía que he tenido. Esos días en los que cuesta más forzar la sonrisa, en
los que todo parece gris y tienes ganas de gritar... esos días solo necesitaba
un trozo de papel para sentir, a medida que la tinta grababa las palabras en su
blanca superficie, que las nubes que encapotaban mi cielo se disipaban y el sol
tímidamente volvía a brillar.
Donde unos ven un simple trozo de papel, yo veo los
materiales para construir puertas a otros mundos, mundos que cuando vuelves a
ellos tras un tiempo te hacen sentir como en casa. En un mundo que a veces se
me antoja frío y cruel, solo hace falta una chispa de inspiración que prenda la
mecha de la imaginación y ¡voilà!
Todas esas cosas que antes parecían tan importantes empequeñecen y dejan paso a
la tranquilidad, a la paz interior que solo siento cuando tengo un bolígrafo en
la mano y un papel en la otra.
A la típica pregunta de "¿Qué te llevarías a una
isla desierta?" yo respondería simplemente un lápiz y un papel.
Cuando alguien me contesta que sólo es una pérdida de
tiempo, me limito a sonreír y pienso que ya que se va a desperdiciar el tiempo,
qué mejor forma que haciendo lo que más te gusta.
Y así, viendo el mundo desde mis ojos, llego a la
conclusión de que prefiero ser ilusa y poder vivir de sueños, que ser
realista y tener que vivir de la
crueldad humana.
Irene,
2011.
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